dijous, 27 de setembre del 2007
El debat de política general, genera debat. A continuació us oferim l'article que publica avui La Vanguardia d'en Francesc-Marc Àlvaro. Tenim un President de la Generalitat molt mediocre.
Listín sin música
El género habitual del president Jordi Pujol para abrir los debates de política general en el Parlament era el discurso del listín telefónico en el que repasaba de manera minuciosa y prolija todas las realizaciones llevadas a cabo durante el curso político precedente (y la legislatura entera o todos los años anteriores, según se terciara) y anunciaba, también de manera pormenorizada, pueblo por pueblo y barrio por barrio, lo que se proponía su Govern a corto y medio plazo. Este gordo listín telefónico pujoliano, cuya digestión no era fácil para la oposición ni para los periodistas, llevaba siempre el aderezo de una música pegadiza que tenía como misión sacar a relucir lo que de verdad sabía vender el líder nacionalista: un proyecto de país, una apuesta colectiva, un diseño cívico nada improvisado. Se estuviera de acuerdo o no con Pujol, gustaran más o menos sus palabras, nadie podía negar que el líder nacionalista tenía una idea de Catalunya en la cabeza. Y, cada otoño, con una envidiable capacidad para versionarse a sí mismo, entonaba sus éxitos. Ello le servía para poner en valor sus aciertos de gestión y también para esconder bajo la alfombra de la épica y la lírica los errores y carencias de sus consellers, especialmente en su etapa final donde - bajo la luz inmisericorde de la mayoría absoluta del PP en Madrid- imperaban los tonos grises.
El president José Montilla, ayer, en su primer debate de política general, optó por copiar el género del discurso del listín telefónico, que casa bien con su papel de supuesto gestor y que, al trocear la acción política en infinitas partes sectoriales (llegando incluso a hablarnos de los horarios del metro), intenta trasladar al público la imagen de una gigantesca labor gubernamental, como si su mandato no hubiera empezado hace muy poco y no estuviera lastrado, además, por el bloqueo estatutario.
El problema es que Montilla no puso música alguna al listín de marras, a pesar de que los párrafos finales de su alocución (englobados bajo el epígrafe Una idea de la Catalunya futura)trataban de ensayar algo parecido a una vibración personal y auténtica, algo vagamente clasificable como el sueño de un líder, la sentida hoja de ruta que sale del corazón de un dirigente. El listín de Montilla es un ladrillo de prosa administrativa bajo la cual es imposible hallar el riesgo de una idea de país, salvo la pura inercia del ir tirando. Esta es "la normalidad política" de la que hizo ayer bandera el máximo representante del autogobierno. Montilla es un político remiso a la política, rareza que se produce, precisamente, cuando demasiados amateurs de la política juegan a marcar la agenda.
Claro que también podría ser que, como pasa con algún ultrasonido del reino animal, la música de Montilla sea sólo para oídos escogidos.
FRANCESC-MARC ÁLVARO
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